A menudo reducimos la toma de decisiones a su significado etimológico en nuestra lengua, una elección que dejar en manos de «nuestra intuición´´ en el menor tiempo posible y a menudo, delegada en una persona responsable por que «es su función´´. Es una versión exagerada de la simplificación que a veces, por desconocimiento, aplicamos a un concepto tan amplio, tan importante y necesario. Pero si vamos a reducirlo a un significado etimológico acojámonos al de decision making, elaborar decisiones, someter a un proceso a la decisión para ser lo más precisos posible.
A través de este Harvard Manage Mentor se han disipado dudas acerca del proceso, del por qué y del cómo. Y es que las decisiones no son una cuestión de encerrarse en uno mismo y meditar, de hacer listas de pros y contras y de asumir aquellas inciertas consecuencias que puedan traer.
Con esto no quiero decir que todo lo relativo a una decisión para mí se fundamentase en estos puntos, pero si es cierto que mi piloto automático a menudo los tomaba de referencia. Es cierto que hay diferentes tipos de decisiones y que no todos requieren de la misma energía o dedicación, pero tal vez hay un circuito, una estructura que automatizar y desglosar en mayor profundidad según las diferentes complejidades de las decisiones a tomar.
Si la complejidad es baja habrá pasos que no serán necesarios, como puede no ser necesario en todos los casos realizar un CAME tras un DAFO, pero es bueno que siempre tengamos esa herramienta en el guion general.
En efecto, el primer aprendizaje extraído es la estructura, el eje sobre el que girar en estrategia, planificación, ejecución y también en la toma de decisión. La estructura nos ofrece el apoyo y nos conduce hacia una decisión con unos cimientos sólidos y una argumentación que la defienda.
El segundo aprendizaje radica en la diferenciación de las situaciones, en saber analizar el contexto y tener claros los objetivos. En este punto cabe destacar los sesgos cognitivos como una iluminación, ver como inconscientemente la mayor parte de nuestras decisiones están profundamente influenciadas por ellos y saber cómo afrontarlos, que preguntas realizar y, por supuesto, no perder el foco, ¿Cuál sería un resultado exitoso?
Llegados a este punto es bueno aclarar que el orden de los aprendizajes sigue el patrón del curso y no el de importancia, porque en ese caso debería hacer columnas en un mismo nivel, cada paso es crucial y merece su reconocimiento.
El siguiente es un claro ejemplo de cómo es mejor rodear el muro, idear como saltarlo, cortarlo por un punto… que tratar de tirarlo a cabezazos o a patadas, y es que si solo se plantean 2 soluciones y ninguna convence la decisión es muy complicada. Y no, la correcta no es elegir la menos mala, la correcta puede pasar por generar otra serie de opciones más completas.
Este Mentor está lleno de aprendizajes y me gustaría finalizar con una reflexión sobre uno de los puntos finales, y es que un reputado profesor de business administration de la universidad de Harvard señala la importancia de recopilar críticas sobre la decisión que se va a tomar y una vez tomada, seguir criticándola para mejorar su implementación.
Coincido plenamente en que encajar estas críticas entrará dentro de la decisión y nos ayudara a mejorar, pero una vez tomada habrá aspectos que se asumirán a la hora de decantarse por esa vía y las críticas no servirán más que para embarrar el proceso, en este caso lo que yo necesitaría serían soluciones.
Soluciones en forma de paliativos, de distracciones o camuflaje de ese punto débil o simplemente confiar en que es secundario y por eso se decidió continuar.
Como he aprendido sería momento de volver a plantear opciones, porque la crítica arroja un juicio sobre si está mal o está bien y en ese espectro, hay poco que hacer. Por último, también seria crucial el respaldo a la elaboración de la decisión tomada, ganada y fundamentado en el proceso, ya que no habría sido una simple decisión tomada y habríamos preparado posibles refuerzos para las posibles consecuencias.